CABECERA BLOG PROCRASTINACIÓN 1

Todos hemos escuchado esta palabra alguna vez, pero es probable que pocos sepan lo que realmente significa hoy en día y, aún más, cuántos somos víctimas de sus efectos.

Sé que quizá te estés preguntando a qué me refiero exactamente, pero ¿y si te recuerdo esos momentos en los que sabes, con total certeza, que tienes algo importante que hacer? Ese proyecto que has dejado en pausa, ese correo pendiente o ese propósito de empezar en el gimnasio los lunes, que termina siendo solo una promesa incumplida. Todos hemos estado ahí. ¿Y qué hacemos en esos momentos? Exacto, reorganizamos el escritorio una vez más o caemos en ese agujero de TikTok del que no podemos salir.

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La realidad es que la solución a este problema es más compleja de lo que parece. La procrastinación no es solo una cuestión de pereza, es un fenómeno emocional, una especie de mecanismo de defensa que, sin querer, nos aleja de nuestras metas y, a veces, de nosotros mismos. Como bien dice David del Rosario en El libro que tu cerebro no quiere leer, «la procrastinación es una estrategia de nuestro cerebro para evitar el malestar que nos produce enfrentarnos a ciertas tareas.»

Vamos, que no es solo que prefieras ver vídeos de gatos, es que tu cerebro está intentando protegerte, aunque lo haga de la forma menos efectiva.

Voy a contártelo de la manera más sencilla posible (aunque este tema da para mucho). Espero que lo encuentres útil y, quién sabe, tal vez sea lo más interesante que leas hoy.

¿Qué hay detrás de la procrastinación?

Aunque solemos pensar que procrastinar es simplemente “hoy echan ese programa que me gusta, mejor dejo el trabajo para mañana”, en realidad, este hábito es un síntoma de algo más profundo, no el problema en sí. Es una respuesta que nuestra mente activa cuando algo nos abruma o nos genera incomodidad. Y, a menudo, detrás de esa respuesta, hay emociones profundas que nos cuesta enfrentar.

Te invito a ver más allá de las razones habituales que se nos ocurren para justificar que posponemos tareas. Vamos a entender algunas de las causas más comunes:

El miedo al fracaso. Borja Vilaseca, en su libro Encantado de conocerme, plantea una pregunta que da en el clavo: «¿Hasta cuándo vas a seguir posponiendo lo inevitable?» Y es que, en muchos casos, no procrastinamos porque no queramos hacer algo, sino porque tenemos miedo de no estar a la altura. Ese temor nos paraliza, porque, si no lo intentamos, no tendremos que enfrentar la posibilidad de fallar. Y ahí es donde la procrastinación nos engaña: nos ofrece una excusa para evitar la decepción, pero a la vez nos aleja de la posibilidad de alcanzar el éxito.

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El perfeccionismo. A primera vista, el perfeccionismo parece una virtud, pero, en muchos casos, acaba siendo una trampa. Marian Rojas Estapé, en Cómo hacer que te pasen cosas buenas, dice: «El éxito en la vida lo logran las personas que son capaces de concentrarse y enfocarse en lo que realmente desean.» La necesidad de hacer todo a la perfección puede convertirse en una barrera mental que nos impide avanzar. ¿Cuántas veces hemos dejado algo para mañana solo porque creemos que no tenemos todo listo o que no será lo suficientemente bueno? El perfeccionismo nos vende la idea de que esperar a que todo esté perfecto es lo más sensato, pero lo único que consigue es retrasarnos.

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Cuando era más joven (y aún en la actualidad), me costaba entender por qué tardaba tanto en ponerme a estudiar, cuando en el fondo quería hacerlo. Con el tiempo, entendí que la raíz de este comportamiento era el perfeccionismo. Necesitaba que todo estuviera organizado a la perfección antes de empezar: subrayadores de todos los colores alineados, materiales bien ordenados, el escritorio impoluto y, por supuesto, empezar exactamente a la hora indicada. Si mi intención era comenzar a las 9:00 y eran ya las 9:30, me desanimaba y lo dejaba para el día siguiente. Resultado: pasaba más tiempo organizando todo que realmente estudiando.

El abrumamiento. A veces, nuestra lista de tareas parece interminable, y en lugar de abordarlas una por una, nos bloqueamos. Es como si nuestra mente dijera: «Esto es demasiado, mejor me escondo». E, irónicamente, cuanto más evitamos, más crece esa lista, lo que a su vez hace que nos sintamos aún más abrumados.

Las distracciones. Todos hemos caído en esa trampa de las distracciones. El problema no está en tomarse un descanso, el problema es cuando esas distracciones se convierten en un hábito. Un minuto revisando Instagram se convierte en 100 “reels”, o una serie «solo para desconectar» se transforma en una maratón de Netflix. Al final, te das cuenta de que has perdido horas sin haber avanzado en lo que realmente importaba.

Cuando era más joven (y aún en la actualidad), me costaba entender por qué tardaba tanto en ponerme a estudiar, cuando en el fondo quería hacerlo. Con el tiempo, entendí que la raíz de este comportamiento era el perfeccionismo.

¿Cuál es el problema real? Cuanto más evitamos, más grande se vuelve el cúmulo de tareas pendientes, pero también crece la montaña emocional de culpa, frustración y autoexigencia. Este peso no solo afecta a nuestra productividad, sino a nuestra relación con nosotros mismos. Lo más importante es entender que procrastinar no es solo una cuestión de tiempo, sino de emociones no resueltas. Para superarlo, el primer paso es aprender a gestionar esas emociones que nos llevan a posponer lo que realmente importa.

mano con bombilla procrastinar

Procrastinar es, en esencia, posponerte a ti mismo.

Aunque procrastinar es un comportamiento común, también tiene una dimensión profundamente triste. Cuando dejamos las cosas importantes para después, estamos, en muchos casos, posponiendo nuestra felicidad, nuestros sueños y nuestras metas. Es como si le dijéramos a nuestro yo futuro: “tú te encargas, yo ahora paso.” Pero el yo futuro somos nosotros, y tarde o temprano tendremos que lidiar con las consecuencias.

Amor propio para romper el ciclo.

La buena noticia es que sí podemos cambiar. Aunque suene a cliché, la clave está en el amor propio. No se trata de hacer más, de ser más productivos o de cumplir con una lista interminable de tareas, sino de cuidar de ti mismo, de ser fiel a lo que realmente quieres y necesitas.

chica con corazón

Aquí te dejo algunos pasos prácticos para vencer la procrastinación:

  1. Hazlo pequeño y manejable. Si una tarea te resulta abrumadora, divídela en pasos más pequeños. No tienes que hacer todo de una vez, empieza con lo más sencillo.
  2. Deja de esperar el momento perfecto. No existe. Comienza ahora, aunque no tengas todo bajo control.
  3. Celebra los avances. Reconoce cada logro, incluso los más pequeños. Terminar una tarea es un acto de amor propio.
  4. Prioriza lo que realmente importa. No todo es urgente. Identifica lo que te acerca a tus metas y enfócate en ello.

Comprométete contigo mismo.

Al final, no se trata de cumplir con una lista de tareas, sino de ser fiel a lo que realmente quieres para tu vida. Procrastinar no es un fracaso, sino una señal de que necesitas parar y reconectar contigo mismo. Pregúntate: ¿qué es lo que realmente quiero lograr? A veces, todo empieza con un simple «hoy, solo por hoy, lo intentaré».

Así que, la próxima vez que te encuentres procrastinando, recuerda: cada pequeño paso que des hoy es una forma de decirte: “Me importa lo que quiero, y me importo yo».

Escrito por: Carmen García Caballero

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