La expectación que han generado los viajes de Branson y Bezos ha sido enorme gracias a sus equipos de marketing que nos lo han retransmitido en directo
Durante este mes de julio estamos presenciando una carrera entre millonarios para hacerse con el mercado del turismo espacial estimado en unos 10.000 millones de dólares.
Las empresas privadas copan los vuelos espaciales. Algunas, como Blue Origin y Virgin Galactic, se están especializando en vuelos suborbitales. Mientras que otras se especializan en viajes relacionados con la NASA o la exploración espacial, como es el caso de SpaceX, de Elon Musk, o Boeing, que retomará pronto sus pruebas.
Los vuelos suborbitales no llegan a dar una vuelta entera alrededor de la superficie terrestre pero sí alcanzan los 100 km de altura. En apenas unos diez minutos han vivido lo que es un lanzamiento, la gravedad cero y el descenso. Y muchas personas pagarían lo que fuera por estar en ese lugar aunque tan solo se vayan a asomar un poco al espacio.
Para que una persona pueda decir que ha estado en el espacio y, por tanto, que es un turista espacial se deben seguir una serie de criterios. El más importante es que hay que pasar la línea de Kármán. Esta es una línea imaginaria que nosotros mismos hemos trazado a 100 kilómetros sobre el nivel del mar; ya que ese es el punto que consideramos la línea entre la atmósfera y el espacio exterior. Por lo que estos primeros turistas espaciales se van a quedar muy al borde del espacio. Para muchos, como el astrofísico Neil deGrasse Tyson, esto no son viajes espaciales. Eso sí, ‘vas a tener unas vistas estupendas de la Tierra’.

Una empresa española irá en globo al espacio

Se trata de Zero 2 Infinity, una empresa de Barcelona que ya manda globos de helio al espacio para transportar carga no tripulada (y no humana). Uno de sus principales clientes es Airbus, con el que trabajan transportando cámaras fotográficas de la compañía de altísima resolución con las que, aseguran, puedes fotografiar matrículas de coches desde el espacio.
Ellos argumentan que el globo es más barato, más eficiente y menos contaminante. Su propuesta es lanzar una cápsula presurizada en globo hasta una distancia de 36 km sobre la atmósfera, lo que algunos puristas considerarían insuficiente por la mencionada línea de Kárman, pero sus expertos afirman que a esa distancia ya se aprecia la curvatura de la Tierra de la misma manera que a 100 km; y, además, en globo el paseo podría ser de hasta seis horas y no de pocos minutos como hasta ahora.
La gente paga por las vistas. Ese es el auténtico valor de ir al espacio’, sostiene López Urdiales fundador de esta empresa. Cuenta que, si todo va bien, en un año podrán mandar la primera persona al cosmos y en dos años podrán mandar turistas a un precio de 110.000 euros.
‘Puede parecer mucho, pero hay que recorrer un gran camino para llegar hasta allí. Hay mucho trabajo detrás y al principio todo es muy nuevo’. El fundador de Zero 2 Infinity cree que España podría convertirse en el país líder de la carrera hacia el turismo espacial, porque ‘ya recibimos los turistas que tienen el dinero para hacerlo. Vienen a Marbella y a otros destinos de lujo aquí. Esto no es una carrera entre millonarios, hay una demanda latente’.
Un concepto muy similar presenta EOS-X Space, aunque, según relata su creador, Kemel Kharbachi, más «inmersiva» y por un precio de 150.000 euros por persona -las primeras pruebas, según Kharbachi, empezarán en octubre y una de sus sedes será Sevilla-. Y existen otros proyectos en marcha, como el de la Fundación Gateway, que quiere inaugurar en 2027 el primer hotel espacial en la estratosfera con una superficie de 50.000 metros cuadrados y capacidad para 440 personas.

Posibles consecuencias

El turismo espacial llega con la promesa de ‘democratizar el espacio’, pero en realidad este sigue estando solo al alcance de una minoría y además tiene un fuerte impacto ecológico.
Aunque el impacto ambiental de los lanzamientos espaciales no ha sido suficientemente estudiado, se sabe que va más allá de las emisiones de carbono. La liberación de gases en capas altas de la atmósfera durante los lanzamientos espaciales tiene efectos negativos sobre la capa de ozono. Un gas frecuentemente emitido en los lanzamientos y aparentemente inocuo como el vapor de agua contribuye al efecto invernadero.
Actualmente se lanzan unos 100 cohetes al año. Su huella del carbono sigue siendo menor que la de los 100.000 aviones que vuelan cada día en el mundo. Pero el sector espacial está experimentando un fuerte crecimiento. Por ello su impacto ambiental podría llegar a ser muy relevante.
Si bien es cierto que lanzar un satélite a la órbita terrestre tiene un impacto mayor que un vuelo turístico suborbital, los satélites pueden beneficiar a muchas personas. Mientras que un vuelo turístico es un lujo para un limitado número de personas.
El mismo día en que el multimillonario estadounidense Jeff Bezos completó con éxito un vuelo suborbital a bordo del New Shepard, un congresista demócrata propuso establecer un impuesto para los viajes espaciales comerciales.
‘Las exploraciones espaciales no son unas vacaciones libres de impuestos para los ricos. Al igual que los estadounidenses normales pagan impuestos cuando compran billetes de avión, los multimillonarios que vuelan al espacio sin producir nada de valor científico deberían hacer lo mismo, y algo más’, señaló Blumenauer.
Eso hace que muchas voces hayan criticado estos proyectos por no destinar el dinero y esos recursos a problemas reales que tenemos hoy en día.
¿Es compatible esta nueva forma de ocio con la concienciación contra el cambio climático en la que nos encontramos inmersos?
El debate está servido, estaremos atentos a los próximos acontecimientos.
¡Feliz verano!
María Jiménez, communication department y tutora E-learning

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