Es muy probable que en muchas ocasiones visites lugares en los que uno de los elementos que más llaman tu atención son las flores, de hecho, cada vez nos topamos con más sitios que están repletos de flores; balcones, terrazas, paredes, jardines, restaurantes, en nuestros hogares… Detrás de esta labor tan colorida y alegre se encuentra el florista, un profesional que lleva en nuestras vidas desde el siglo XVII.
El arte floral cada vez tiene más presencia en nuestras vidas, sobre todo con los nuevos conceptos de negocio en los que se busca un equilibrio entre lo estético y la calidad del producto/servicio. De hecho, el sector ha sido uno de los que mejor ha conseguido recuperarse tras la crisis del Covid-19, además de tener un horizonte bastante esperanzador con datos de crecimiento significativo para aquellos que incorporen canales digitales en su distribución
Dentro del negocio del arte floral encontramos al profesional encargado de todo, el florista. Entre sus funciones se encuentran el diseño de los arreglos, construcción de ramos/centros/adornos, cuidado de las flores, exposición de productos, etc. Estas labores (entre otras muchas que realiza en el día a día) requieren de una formación específica, sobre todo porque las técnicas, los diseños y las tendencias van evolucionado conforme lo hacen los consumidores.
Además de la formación, las aptitudes son súper importantes en perfiles que quieran dedicarse a este arte. El profesional debe preocuparse por conocer variables relacionados con las proporciones, tamaños, colores y aromas, etc. Todos estos conocimientos son necesarios, ya que a la hora de hacer diferentes composiciones es importante conocer el significado final del arreglo, de lo contrario se podrían juntas flores que no se complementan de manera adecuada y mandar un mensaje erróneo. Estos conocimientos se conocen como floriografía.
¿Qué significa este concepto? La florigrafía es, básicamente, el lenguaje de las flores. El origen de este concepto reside en la época victoriana. En esta época se usaban las flores y los arreglos florales para enviar mensajes codificados a través de los cuáles se lograban expresar sentimientos secretos que no se podían transmitir verbalmente. Cada flor tenía su significado, pero éste también se veía influido por factores como el contexto, la posición o la forma en la que se entregaba.
Otro de las habilidades que debe cultivar el florista es el de las técnicas de venta y atención al cliente. Al final, en este tipo de negocios, el propio artesano es el encargado de contactar y tratar con los clientes finales, con los cuales tendrá que charlar previamente para comprender las especificaciones del encargo. Este paso es esencial, ya que asentará las bases sobre como tendrá que trabajar el florista, que elementos utilizar, etc.
Todas estas maestrías se pueden adquirir a través de la formación, la cual es “uno de los aspectos más importantes dentro de la vida profesional de un florista” tal y como indica Ros Calvo, tutora de los Certificados de Profesionalidad en Grupo Colón IECM relacionados con esta profesión.
Ros además apunta a que todo debe girar en torno a dos variables, la formación y la materia prima, la flor. De esta manera se conseguirá ser mucho más consecuente con el objetivo final de cualquier composición:
“Más allá de las necesidades, las preferencias y las opiniones está la FLOR. En su esencia, podemos entender el arte floral como aquel que se sirve de materiales florales y no florales tales como plantas y accesorios, para su posterior unión equilibrada y estéticamente agradable con un fin relacionado con la provocación de un sentimiento o emoción. Esto requiere de un estudio del diseño floral (línea, forma, espacio, textura), de la teoría del color, la proporcionalidad, los balances, el equilibrio visual y mucho más. Al igual que tenemos asumido que un arquitecto o un pintor han de pasar por la facultad y deben dominar las corrientes y la técnica, en el diseño floral necesitamos de lo mismo. Debemos empezar a asumir que el arte floral es un arte, como la pintura o la escultura, y que por lo tanto necesita de un periodo de aprendizaje, el que debemos de ser conscientes de la importancia de la dominación de dos aspectos: el de la teoría y el de la práctica. Por otra parte, desde el punto de vista empresarial parece lógico pensar que es preferible un empleado que conozca el producto, lo respete, no desaproveche material, conozca las técnicas y demás, pero para ser un profesional primero hay que formarse. Una profesión se aprende mejor si confiamos en alguien que sabe lo que lleva entre manos, con los conocimientos apropiados y con capacidad para transmitirlos”.
En definitiva, un florista es un profesional en sí mismo que debe transmitir una gran cantidad de información y sabiduría, así como comprender el simbolismo de las flores y sentir la inspiración que emana de ellas. Por ello, las flores siguen adornando, día tras día, balcones, patios, jardines, parques, domicilios y negocios como una apuesta de la sociedad en materia de creatividad y belleza. Todo gracias a esas personas que, desde el anonimato, hacen posibles estos escenarios.
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