Nadie ha matado más virus que ellas. Con sus desinfectantes, bayetas, fregonas y su sacrificio, los trabajadores de limpieza nos han librado de millones de virus. Quién nos iba decir que los más instruidos académicamente iban a ver de golpe como su carrera profesional se paralizaba por un germen microscópico. Las tornas han cambiado, o quizá nunca lo hayan hecho; pero ahora las protagonistas son ellas y las valoramos más que nunca. Hoy hablamos de los trabajadores y trabajadoras de la limpieza, pero se aplica por igual a recolectores, ganaderos, repartidores, mantenimiento, cajeros… Son "superesenciales".
Históricamente se han visto expuestas a una precariedad a la que se suma ahora el Coronavirus. El salario estipulado por ley es de 950 euros por una jornada completa y las horas individuales han de pagarse a 7,40 euros. Las trabajadoras internas, sin embargo, no deben hacer más de 60 horas y cobrar 1150 euros, puesto que la ley contempla que un 33% del salario pueda ser retribuido en especias. El problema radica mayormente en el desconocimiento: en general, se ignoran muchos de los derechos de este sector, siempre y cuando su situación administrativa esté regularizada. Por el contrario, la desprotección es total.
A pesar de las dificultades, desde que fue decretado el estado de alarma, el concepto de limpieza ha cambiado totalmente. Muchos han defendido este colectivo, incidiendo en su labor y en las dificultades diarias que enfrentan. Han estado expuestos como los que más: allá donde hubiera un establecimiento abierto, los limpiadores hacen su magia para permitir que el resto puedan continuar. Son el inicio de cualquier jornada de trabajo, especialmente en los hospitales donde tienen la responsabilidad de evitar posibles contagios. El período de pandemia ha conseguido visibilizar la labor esencial de las más de 420.000 empleadas del hogar y las 718.000 personas encargadas de la limpieza. No solo se ha hecho evidente su importancia, son indispensables para frenar esta lucha y las venideras. Y nunca más deberán ser invisibles.
Alba Zamudio

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